Hace cientos de años, específicamente entre el siglo XV y XVII, un movimiento se dio contra un grupo de personas, en su mayoría mujeres, acusadas de practicar brujería, acto no bien visto en la época. La caza o cacería de brujas se dio en Europa y América, según datan diversas fuentes, contra quienes no cumplían con los ideales de vida de aquellos tiempos.

Una gran cantidad de ellas fueron ejecutadas de manera cruel y tortuosa por no cumplir con un estándar establecido, principalmente, por las autoridades religiosas. No solo eran cuestionadas por sus actividades cotidianas como relacionadas a la brujería sino que eran señaladas por sus conductas, su manera de vestir e inclusive sus pensamientos e ideales.
El término «cacería de brujas» continúa siendo popular en estos días, con una connotación menos trágica- aunque en países de África aún hay casos catalogados de esa manera según un reportaje de National Geographic-. Apartando esa excepción, y según una percepción personal, la frase es utilizada al darse especie de hostigamiento extremo contra quien haya cometido algún hecho reprochable o al leer un comentario que no coincide con una opinión popular. Cegados por sus ideales, perspectivas o fanatismo, sin ver el panorama claro, es común ver una ola de ataque aunque los hechos no sean esclarecidos.
Dónde mayormente se ve reflejado este fenómeno es en redes sociales y la hoy popular «cultura de la cancelación», cuando se retira el apoyo monetario o moral a una figura u organización que haya sido acusada de algo… cuestionable. Por supuesto, hay casos gravísimos que involucran maltratos, racismo, xenofobia o delitos reales que se terminan comprobando y es correcto el retiro de respaldo. Pero, ¿qué sucede cuando esto es llevado a un extremo, impulsado por el fanatismo?
La tendencia es fácil de detectar en los fandoms de populares figuras del entretenimiento y se ve a diario en Twitter, red social donde es más accesible o fácil de intercambiar opiniones y encontrar a personas que compartan tu gustos para cimentar un grupo de fans dedicados a promocionar la carrera o los proyectos de un artista en particular así como lidiar con los detractores del mismo. Por lo cual, se ven en la obligación de proteger a sus ídolos.

El ejemplo más claro pudo darse esta semana en la citada plataforma donde fueron protagonistas las Armys, fans de BTS, el imparable grupo de kpop. Es más que sabido que este es el fandom más grande y con mayor alcance actualmente, ocupando casi a diario los primeros lugares en las tendencias de Twitter o colaborando para que la agrupación rompa récords en la industria musical.
Las armys —gran porcentaje pertenece al sexo femenino— nuevamente dieron de que hablar y esta vez de manera local, es decir por algo que se dio en Paraguay. El medio ABC Color Digital replicó un artículo de la agencia de noticias EFE, donde se habla de una estrategia común en Estados Unidos para que los artistas vendan de una manera masiva en el país.
Entre los métodos que mencionan se destacan los descuentos de los precios en las canciones, principalmente los singles, y también en la venta de los bundles, que serían kits de merchandising en donde incluyen copias digitales de una pista musical. En la nota se menciona a diversos artistas como Taylor Swift, Harry Styles y BTS, que fue lo que encendió la polémica para sus fans.
Antes de continuar, cabe destacar algunos aspectos sobre este artículo: en primer lugar fue redactado por EFE, ABC adquirió el servicio que ofrece la agencia y difundió la noticia, por lo cual no son responsables de lo que diga la redacción ni esta puede ser alterada; segundo lugar, la nota habla de una estrategia que se utiliza hace años en la industria para conseguir mejores números, que no es para nada incorrecto ya que se logra una venta masiva y mayores posiciones, esto lo hicieron/ hacen la mayoría de los artistas más populares en su momento; por último los bundles ya no son considerados para los puntos del chart del Billboard, lo cual es lo único refutable de la nota.
No hay nada que desmerite el arduo trabajo que BTS viene realizando hace ocho años y tampoco se hace de menos el impacto y la importancia del grupo a nivel mundial y como consolidaron al kpop en las listas de éxitos de todo el mundo. Asimismo, es sabido que los fanáticos de la agrupación son de los más fieles y organizados para comprar música o cualquier producto con el sello de los surcoreanos, por lo que tampoco se niega las recaudaciones que generan.
Pero volviendo al punto, horas después de que se haya publicado la mencionada nota en Twitter, estallaron contra el medio de comunicación, ya que lo acusaron de desprestigiar el trabajo y el masivo éxito de la agrupación surcoreana. A consecuencia de esto, se generaron dos tendencias: #DisculpáteABC Color y #ApologizeABCColor que rápidamente se instalaron en el tope de la red social y continúan hasta hoy, dos días después de la publicación. Incluso los hashtags llegaron a ocupar los primeros lugares en países como Corea del Sur, Perú y México por mencionar algunos.
Mediante esta acción, las fans exigían a ABC unas disculpas e inmediata remoción del polémico artículo del portal, ya que según ellas, estaba difamando al grupo y exponía datos falsos. La amenaza de este club de fans es que enviarán correos de manera masiva a Big Hit Music, empresa encargada de la carrera de BTS, para que demanden al medio por difundir información falsa.
Es demasiado peligroso querer optar a la rápida censura cuando hay contenido que puede no ser del agrado de un grupo de personas, cuando se está hablando de datos que no perjudican la imagen del grupo. No abandonaron los primeros puestos de las listas por este artículo, no perdieron relevancia y es algo de lo que nadie se hubiese enterado si no se hacía tendencia en las redes sociales.
Correcto, al tratarse de un grupo proveniente de Corea del Sur, por supuesto que recibieron muchos comentarios xenófobos a lo largo de su carrera y lastimosamente lo siguen sufriendo. Sin embargo, argumentar esto ante el mínimo dicho que no alabe al grupo, como está sucediendo ahora, solo quita seriedad a un término y un problema tan delicado como lo es la xenofobia y en consecuencia solo se generan más comentarios de odio tanto contra el grupo y sus fans. En ningún momento de la noticia en cuestión, se los hizo de menos por su raza y a todos los artistas en el pico de su éxito se les saca a relucir sus estrategias de venta, sin importar su raza, color o nacionalidad.
Esta actitud puede ser comparada con la falacia del espantapájaros, que consiste en la tergiversación de un argumento para lograr un ataque más fácil, distorsionando la posición original del emisor (en este caso la nota publicada de ABC) para conseguir un embestida más sencilla y con mayor magnitud, que no era ni siquiera el tema en cuestión.
Por otro lado, al pecar de inocentes por querer defender a sus ídolos dan visibilidad a personas cuestionables, generan que se siga hablando del tema y se difunda la información que ellos consideran «errónea». La nota de ABC Color sigue recibiendo miles de visitantes debido al tema y sus redes sociales cuentan con cientos de comentarios, que al final sirven para alzar sus estadísticas.
Aprovechando la tendencia, Mike Silvero realizó un monólogo en su programa emitido en el canal de cable GEN, donde en nueve minutos presentó su argumento sobre el tema solo para lograr ser tendencia y generar conflicto, sin aportar algo realmente útil; comparó a BTS con otros grupos de la industria y al final terminó señalando que solo son diversos en el color de cabello, comentario estúpido hecho de manera totalmente superficial. El #DisculpáteMikeSilvero no tardó en convertirse en tendencia en la noche del martes, dándole al presentador exactamente lo que quería: confrontación y atención. Siendo que es un espacio que no es muy consumido regularmente en el país.
Lo que sucede con las armys no es algo que nunca se haya vivido. A lo largo de los años han existido diversos fandoms «intensos» en distintos ámbitos como la música, el cine, las series hasta en los deportes.
Desde las «guerras» de fans entre artistas que compiten en los charts como Oasis contra Blur, Britney Spears contra Christina Aguilera o One Direction versus Justin Bieber y un montón más, hasta el boicot a marcas o actividades por perjudicar a alguna figura, siempre existió. Sin embargo, con la globalización y el acceso a las redes sociales es mucho más notorio y está más presente en el día a día. No es exclusivo de los seguidores de BTS.

También es innegable la presencia de los haters haciendo de menos a un artista exitoso e insultándolos por cualquier razón, llegando hasta el acoso por razones que carecen de sentido y no está mal defenderlos de ataques injustificados hacia su persona para evitar que pase a mayores, por sobre todo para que no lo perjudique de una manera real, tanto profesional como personal. Especialmente, el kpop es un mundo extremadamente tóxico y desgastante para los idols, en todos los aspectos.
Sin embargo, no hay que confundir un ataque con el comentario de una persona que simplemente no quiere consumir algo y lo dice con respeto. No es lo mismo decir, por ejemplo, «odio a Dua Lipa, me parece un asco y una basura» y demás insultos en público, que decir «no me gusta Dua Lipa, no es mi estilo». Hay una diferencia enorme y cada uno es libre de consumir a quien quiera, el chiste de la vida es la diversidad de las cosas.
Es una pena ver como se da una especie de cacería de brujas virtual cuando se encuentra a alguna persona que decide no ser fan del grupo o cuando hay una página que publica un contenido que no está hecho para los fans. El hostigamiento y hasta persecución en las plataformas virtuales se vuelve insoportable y lo único que genera es rechazo limitando la oportunidad de descubrir a asombrosos artistas.

Intentar controlar todos los comentarios y tratar de silenciar algo que no coincide con lo que nos gusta, no logrará que se consiga más popularidad ni respeto hacia el artista, al contrario solo se consigue más disgusto. Capaz suene trillado, pero la música debería ser un escape, un respiro o una ayuda para derribar barreras pero estas prácticas solo ponen en peligro su principal esencia: disfrutar.
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