Relatos Íntimos: Stroessner en la Línea 20

Me desperté como siempre, odiando al mundo. Eran las 5:00 de la mañana, el infernal timbre del despertador de mi mal necesario llamado Samsung Galaxy J7 ya retumbaba en cada recoveco de mi oscura pieza, constituyéndose este aparato en una especie de insoportable heraldo que anuncia una nueva jornada laboral.

5:30. Tras los correspondientes “acicalamientos” necesarios para no lucir como un Tutankamón recién salido de su sarcófago, empecé a caminar en mi rutinaria senda rumbo a la pintoresca calle última, donde debía someterme a la odisea de atajar (sí, atajar) un colectivo para que me lleve a mi trabajo.

Ya en la parada, y tras un par de esfuerzos fallidos en mi empresa de subirme a un bus, consigo finalmente subir a un colectivo. Era uno de la línea 20, que dentro de lo calamitoso, se encontraba en estado semi modesto.

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Iba a viajar en la estribera de la puerta delantera, como aquellos simios que se sostienen y balancean entre dos lianas. Sin embargo, tras abonar el 2.400 correspondiente, el chofer me obliga cordialmente a ir a la puerta trasera, argumentando la vieja confiable de todo chofer que se precie de serlo: “atrás hay más lugar, amigo”.

Y bueno, me sumé al resto de los confinados que fueron también invitados a subir a la “popa” de la embarcación que surca los densos ríos de asfalto asunceno, para encontrarme con un personaje con quien nunca en mi vida hubiese imaginado toparme: nada más y nada menos que el General Alfredo “Tembelo” Stroessner Matiauda.

“Mi general”, dibujado en una pintura al óleo en un cuadro de gran porte, viajaba plácidamente en el regazo de un tipo que aparentaba estar en la mitad de sus treinta. Stroessner lo miraba a él y él lo miraba a Stroessner, como dos enamorados durante una primera cita.

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Obviamente mi primera reacción fue, en realidad una pregunta: “¿Pero qué carajo?”. Me debatí internamente si debía o no sacarle una fotografía a este pintoresco suceso. Sin embargo me abstuve. Primó en mí el principio de que cada quien puede vivir sus locuras como les plazca, sin tener que ser coaccionado por terceros.

No obstante, hoy me arrepiento, puesto que hubiese sido muy gracioso graficar ese relato con la foto del individuo en cuestión viajando con Tembelo en la somnolienta madrugada.

Cantaba en mis auriculares Cindy Lauper su clásica “Girls just wanna have fun”, mientras me preguntaba de dónde venía y adónde se dirigía este amigo con el polémico cuadro y por qué es que nadie decía nada, teniendo en cuenta que actualmente la opinión pública tiende a demonizar (y con buenos motivos) cualquier cosa que haga referencia a ese periodo tan denso de nuestra malaventurada historia.

Pausé los falsetes de Lauper para escuchar los murmullos del hombre que viajaba al lado del tipo que cargaba a “Mi general”. No entendí un carajo. Sin embargo, me di cuenta de que a la gente de mí alrededor ni siquiera le interesó la pintoresca situación. Y por supuesto, a nadie quizá le interesan los divagues ajenos cuando estás sin dormir lo suficiente y yendo a tu trabajo de mierda sólo para asegurar unos guaraníes en el bolsillo a fin de mes y poder comer el puchero de todos los días.

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Me preguntaba dónde se bajaría… ¿Será allá en Barrio San Pablo, ex barrio General Stroessner? O ¿Será cerca del Partido Colorado? También me interesaba saber si el cuadro le pertenecía a él o alguien lo se lo habría encargado…

Terminó bajándose antes de llegar al Mercado 4, eran cerca ya de las 6:00. Alcancé a verlo caminar unos metros antes de que se me pierda de vista.

Stroessner en la línea 20… 35 años de historia en poco menos de 30 minutos de viaje. Una figura densa de la historia nacional en una de las líneas más utilizadas de Gran Asunción… La presencia de un personaje que evidentemente nunca dejará el imaginario colectivo porque simplemente su permanencia en el discurso diario garantiza una dialéctica en la sociedad paraguaya, que tiende a bifurcar absolutamente todo, en un “pro” y “anti”, en un “rojo” y “azul”, que nunca suman al desarrollo.

Me bajé donde siempre, pero con la certeza de que nunca olvidaré el día en que me encontré con “Tembelo” camino al trabajo.

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