Un día la muerte me visitó, más que una reunión de trabajo fue el inicio de su investigación.
– ¿Qué motiva a los humanos a seguir creciendo? – fue su primera pregunta.
A lo que respondí:
-Comer más churros- tenía ocho años.
La muerte analizó mi respuesta como si le hubiese contado los secretos del universo, luego de un buen rato, se marchó.
Un día la muerte me visitó, más que una reunión de trabajo seguía con su investigación.
– ¿Qué es lo más doloroso para un humano? – preguntó con toda la seriedad del mundo.
-Que le arranquen la cabeza a tu peluche preferido- respondí con lágrimas en los ojos. Tenía diez años. Se me acercó para secar mi rostro y se fue.
Un día la muerte me visitó, más que una reunión de trabajo proseguía con su investigación.
– ¿Qué les hace falta a los humanos? – preguntó, tomando asiento a mi lado.
-Humanidad- respondí, tenía veinte años. A la muerte pareció sorprenderle mi respuesta, casi hasta disgustarle.
-No esperaba que perdieras tu inocencia tan rápido- confesó.
-Si no lo hubiese hecho, capaz y la próxima vez que vinieras, sería al fin por trabajo-
Un día la muerte me visitó, más que una reunión de trabajo, fue una invitación para ayudarle con su investigación. Era mi cumpleaños.
Después de muchos siglos, la muerte se preguntó porqué seguir siendo la mediadora entre el mundo espiritual y el físico; por qué la mayoría la veía tan imponente con una oz y una capa negra, y otros como la personificación de la paz.
Tanto tiempo llevaba en contacto con los humanos que de repente se le contagiaba el hábito de cuestionarlo todo.
< ¿Por qué los humanos son tan especiales? >.
Hasta que encontró a una niña, no era tiempo de llevarla, pero le intrigaba la forma en que la pequeña veía a su alrededor. Una vez la visitó cuando tenía cinco años, no hablaba bien pero su impresión al verla, la asombró.
Con el pasar del tiempo, se fijó en que la pequeña perdía su luz. El aura tan viva que la rodeaba se comenzaba a tornar negruzco y eso le disgustó.
El ser que la tenía cautivada se estaba muriendo mucho antes de lo esperado.
< Puedo llevarla conmigo > fue lo que pensó.
La muerte, astuta e interesada por la vida de la criatura, decidió invitarla a viajar en uno de sus cumpleaños, para que le ayudase con su investigación, que era tan solo una excusa para poder salvarla.